Los y las trabajadoras del sector salud y la crisis sanitaria

Con una retórica triunfalista y datos oficiales cada vez más cuestionados, el gobierno federal, se otorga asimismo la condecoración más preciada a nivel mundial, el haber “domado a la pandemia”. Con este mismo discurso las autoridades sanitarias pretenden ocultar los legítimos brotes de descontento, protesta y movilización que los trabajadores de la salud han emprendido.

Es un hecho innegable que la pandemia de covid-19 nos ha tomado a todos por sorpresa, pues ha trastocado todos los aspectos de nuestra vida y parece que su efecto pandémico seguirá presente no solo en su dimensión médica sino también política, económica y social.

Miles de trabajadores venimos padeciendo por décadas a un sistema de salud público superado, burocrático, lento y deficiente, pero es hasta ahora que el propio gobierno lo reconoce, en medio de una pandemia que ha hecho temblar a todos los sistemas de salud de mundo, no sin antes aclarar que en gran medida el actual estado crítico del sistema de salubridad se debe a las administraciones neoliberales pasadas. 

Pero no solo el sistema de salud se ha visto desarmado para responder a la pandemia luego de un fuerte proceso de privatización estatal, sino que sus trabajadores, médicos, enfermeras, personal de limpieza, administrativos, etc. se han catalogado como trabajos esenciales de alto riesgo, es decir, son ellos, quienes combaten directamente la pandemia, los más expuestos a contagiarse, pese a ello sus condiciones laborales no han mejorado sensiblemente en comparación con su situación pre-pandémica. Ya antes de la pandemia se sabía de la crítica condición del sector salud, se calcula que hay un déficit de 350 mil enfermeras y enfermeros, asimismo, el propio Secretario de salud declaró el déficit de 200 mil médicos.

La base trabajadora del sector salud antes de la pandemia ya protestaba en contra de las condiciones de trabajo que tienen jornadas extenuantes, falta del equipo básico de protección y de atención médica, desabasto de medicamentos, falta de plazas estables, salarios insuficientes, acoso laboral, despidos injustificados al personal que decide alzar la voz, espacios poco higiénicos, entre muchas otras.

El gobierno federal, más en forma de dádiva que como medida necesaria otorgó un ligero aumento en el presupuesto al IMSS, está por demás decir que después de décadas de abandono y boicot presupuestario dicho aumento es insuficiente, los cambios estructurales en el sector de salubridad pública que tanto se requieren no parecen estar en la agenda presidencial, es más, desde el inicio de declarada la pandemia y la Jornada Nacional de Sana Distancia, en marzo de este año, el gobierno federal comenzó un proceso de militarización de la salud y el combate al virus, no solo algunos hospitales militares se abrieron a los pacientes que así lo requirieran sino que los hospitales emergentes que se abrieron al calor del momento son operados, dirigidos y administrados por las fuerzas armadas, lo que no es otra como más que el gobierno de López Obrador prefirió militarizar la salud que reestructurar y refinanciar el sistema de salud pública.

La base trabajadora de la salud pública debe sacudirse el charrismo sindical enquistado en sus sindicatos para poder luchar por mejorar sus condiciones laborales y de vida, por su propia seguridad, pues con la respuesta del gobierno federal ante la pandemia se ha demostrado que ningún gobierno satisfacerá las necesidades de la clase trabajadora, así mismo, el resto de la clase obrera, profesionales proletarizados, campesinos, y todo aquel o aquella beneficiada por la seguridad social pública debemos luchar por la reestructuración completa del sector salud pues son justo los y las trabajadoras que crean toda la riqueza socialmente existente quienes financian estos sistemas de seguridad social.